domingo, 24 de mayo de 2015

Sólo en tu corazón está mi esperanza....

Señor Jesús,
Salvador misericordioso y compasivo.
Luz venida a nuestras tinieblas.
Samaritano inclinado sobre nuestras heridas.
Tú que dices a la viuda de Naím: "No llores más".
Tú que, lleno de bondad, esperas al hijo pródigo.
Corazón sin rencor que acoges a Pedro el renegado
y a Pablo el perseguidor inconsciente.

Amigo de los hombres.
Tú que te enfadas cuando se desprecia a los pequeños.
Tú que maldices a quienes los oprimen.
Tú que intercedes ante el Padre por tus verdugos
y prometes el paraíso a ladrón arrepentido.

Tú que devuelves la vista al ciego Bartimeo
cuyos gritos suplicantes querían silenciar.
Corazón compasivo con toda miseria.
Tú que no descartas a nadie
y que tocas las llagas de los leprosos,
la lengua de los mudos y los oídos de los sordos.

Bondad infinita que excluye toda maldad.
Corazón inaccesible al egoísmo,
que olvidas las injurias y siempre estás disponible.
Ternura y delicadeza de todos los que aman,
amistad segura y constante.
Tú que lloras sobre tu amigo Lázaro,
y sobre Jerusalén que se siente abandonada.

Pon en mí tu amor, tu bondad, tu dulzura,
hazme compartir tus alegrías y tus deseos...
Hazte presente en mi corazón, en mis labios y en mi mirada.
¡Escucha mi oración, Señor Jesús, luz de mis ojos!
Hazme tal como tú quieres que sea.
Sólo en tu corazón está mi esperanza.

(Oración de la Edad Media)

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